Despenalización de la marihuana.

Varias personas allegadas me han preguntado, incrédulos, por qué firmé en apoyo a la iniciativa para la despenalización del consumo de la marihuana. Más se sorprenden cuando contesto que, si por mí fuera, quitaría las penas a cualquier tipo de consumo de drogas a cambio de una correcta regulación y atención a las adicciones.

Siendo yo de extracción muy conservadora, no me extrañan esos cuestionamientos. Sin embargo, desde hace años he sido un convencido de que cada individuo adulto es responsable de sus actos, que cada quien puede hacer lo que le plazca, siempre y cuando no afecte a terceros; que los gobiernos deben establecer leyes para procurar equidad, justicia y una sana convivencia, pero no pueden dedicarse a prohibir las acciones de cada quien mientras éstas no interfieran en la vida de otros.

El que se emborracha no está delinquiendo, a pesar de que todos sabemos que está dañando su organismo, limitando sus capacidades y perdiendo el control de sí mismo; esto sin tomar en cuenta los daños a largo plazo. En cambio, cuán diferente es si en tal condición conduce un auto, poniendo en riesgo a los demás.

En este sentido, creo que satanizar las cosas -por ejemplo la marihuana, que puede resultar tóxica si se hace un mal uso de ella, al igual que el tabaco y el alcohol- es un grave error. Quien actúa mal es el individuo, no la sustancia per se.

Hoy en día se prohíben varios tipos de drogas que se pueden contar con las manos, las cuales se producen y comercializan en la clandestinidad, elevando su costo pero mucho más su precio al consumidor final, debido a la complicación y alto riesgo que implica comercializarlas. La demanda es lo suficientemente inelástica como para soportar los márgenes exorbitantes que hacen de este negocio el más atractivo para el crimen organizado, corrompiendo las estructuras sociales, involucrando a jóvenes que las vendan en las escuelas y sobornando a políticos y autoridades de todos los niveles por mencionar tan sólo un par de efectos colaterales. Ya son muchas décadas de prohibición de drogas en las que se ha demostrado que, independientemente del precio, la demanda no se reduce; sin embargo sí genera ganancias espectaculares para quien produce y comercializa, dando poder para crear milicias mucho más potentes que las mismas fuerzas públicas, vulnerando el Estado de Derecho. El cuento no es nuevo. Exactamente lo mismo ocurrió en la época de prohibición en los Estados Unidos de 1920 a 1933, cuando surgieron grupos criminales, incluida la mafia moderna en ese país, financiados por los altos rendimientos del contrabando de alcohol. Paradójicamente, tras la abolición del veto, el consumo de bebidas etílicas permaneció por debajo de los índices de consumo previos al período prohibicionista.

Por otro lado existen miles de medicamentos controlados, que son difíciles de adquirir sin una receta, los cuales deben cumplir con procesos bien reglamentados y rigurosos controles. Es claro que también existe un mercado negro para dichos productos, pero siempre será más caro que el legal.

Qué ironía que se puedan conseguir más fácilmente sustancias prohibidas que reguladas. Y esto no se limita a nuestro país, ocurre en todos aquellos donde existe una política prohibicionista.

Como si no fuera suficiente, cualquiera, incluidos menores de edad, pueden adquirir sin restricción inhalables como solventes, barnices, pegamentos…, que son notablemente más dañinas que muchas de las drogas en cuestión.

Entonces, ¿prohibimos de una vez la venta de solventes y demás productos por el mal uso que se les pudiera dar y las adicciones que pudiesen causar? Siendo todavía más sarcástico, ¿no deberíamos prohibir los balcones, navajas de rasurar, cuchillos de cocina y todo lo que es foco de atracción para mentes suicidas?

Con lo anterior no quiero decir que soy partidario del consumo de drogas, ni que no me importa que mis hijos las prueben, o que se venda libremente. Nada más alejado de eso. Estoy totalmente en contra del abuso de substancias potencialmente tóxicas y adictivas como la marihuana, el tabaco o el alcohol, pero si alguien quiere abusar de ellas, pues muy su problema, no me parece que debe considerarse un delito mientras no afecten a los demás.

Con respecto a los menores, somos los padres los responsables de aleccionar a nuestros hijos y de procurar  que se alejen de lo que les hace daño. Y sí, que la ley castigue a quienes les venden cualquier tipo de drogas, incluidos alcohol y tabaco.

El hecho de que se permita la venta y consumo de ciertas substancias no quiere decir que se tendrá libre acceso a ellas por todos lados. Incluso su venta sería más restrictiva de lo que lo es actualmente. Uno de los mayores mitos de la marihuana es que esta es la puerta de acceso a drogas más fuertes, como la cocaína y la heroína. ¿Y cómo no lo va a ser si el mismo dealer es el que quiere empujárselas a sus clientes? Con una correcta regulación eso desaparecería.

Los países o gobiernos que han afrontado la drogadicción como un problema de salud, en vez de criminalizar al usuario, invariablemente han bajado los índices de violencia, reducido los niveles de consumo y adicción; han dejado de llenar las prisiones de gente que necesita atención médica y psicológica, no encerrándolos en verdaderas escuelas del crimen; y de igual importancia, han logrado disminuir el valor de los estupefacientes: combustible ilimitado para grupos delincuenciales.

En nuestro país el tabaquismo y el alcoholismo se atacan con éxito con políticas de salud pública, ¿por qué no tratar de la misma forma la marihuana?

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