De ciudadanos ejemplares

Hace unos días, en esta descarriada Ciudad de México, una ama de casa de clase acomodada escuchó el sonido de sirenas. A la puerta de su casa llegaba una patrulla con dos agentes que comenzaban a discutir con un peatón.

Pasados varios minutos, preocupada, pues comenzaban los jaloneos y empujones, y se acercaba la hora en que llegarían los niños del colegio, la mujer decidió salir a persuadirlos de que discutieran en otro lado.

En la calle, se encontró con los tres personajes. Los guardianes del orden, desaliñados y mascando chicle, comentaron: “Aquí el ciudadano pasó a orinarse en la barda de su casa”. Acto repugnante y de mala educación, pensó la señora, al mismo tiempo que recriminaba al culpable. También le indicaron: “No se preocupe, lo vamos a remitir a la delegación para que lo sancionen”. En ese momento, el inculpado, de mediana edad y notablemente de bajos recursos, dijo que los agentes le estaban pidiendo 300 pesos para dejarlo ir. La señora, a pesar de que le habían orinado su barda, se percató del abuso, por lo que aconsejó al señor no dejarse amenazar.

Al no lograr acuerdo, los H.H. Oficiales decidieron llevar al susodicho ante el juez civil. La señora, indignada por el atropello y segura de que por su situación, el desdichado no podría defenderse, optó por acompañarlo.

El juez, después de escuchar a los oficiales, pidió la otra versión, comentando la señora el intento de extorsión, a lo que los elementos policíacos respondieron: “Pus nosiertooo”.

Pregunta el juez a uno de los oficiales:

– ¿Tenía identificación el infractor?

– Pus sí -contesta el oficial.

– ¿Y no se la enseñó?

– Sí, pero no me la quería dar…

-¿Es usted idiota o qué! -exclamó el juez claramente molesto-. Si el señor tenía identificación oficial lo único que procedía era extenderle un citatorio para presentarse a pagar su multa en las siguientes 48 horas, ¡no traerlo aquí! ¿No han llenado la forma? -le pregunta al otro agente.

-Pus no -le contesta.

-¿Por qué no?

– Chale, todavía no aprendo bien cómo hacerle…

-¿Qué es usted imbécil? ¿No acaba de salir del curso de capacitación? -expresó vehemente el cada vez más irritado juez.

– Uuh pos no me acuerdo bien.

– Pero será pen…, si apenas terminó ayer el curso…

La señora, perpleja, no hacía nada más que escuchar.

– ¡Ya lárguense! – dijo el juez a la pareja que inmediatamente se dio la vuelta y salió de la oficina.

– Ustedes perdonen pero por eso estamos como estamos- concluyó.

Al final no se aplicó ninguna sanción al infractor, pues los oficiales habían actuado incorrectamente, pero sí se le invitó a comportarse en la vía pública y no repetir actos de tal índole. La señora comentó que lo había ayudado sólo porque vio que se iba a cometer una injusticia, pero que estaba indignada por la porquería que había hecho en la pared de su casa. El pobre hombre salió de la delegación sin multa pero muy apenado y consciente de lo mal que había obrado.

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