Frente Nacional… ¿por la familia?
Tristeza es lo que siento al ver el contingente marchando “a favor de la familia”, cuando la realidad es que lo hacen en contra de quienes buscan tener sus mismos derechos.
Tengo la fortuna de haber nacido en una familia donde nos rigen valores como la unión, el respeto, la protección y defensa de los miembros antes de cualquier otra cosa. Dichos valores se basan en gran medida en los principios cristianos, sobre todo en amar al prójimo como a ti mismo.
Como toda gran familia -en términos de valores, pero también de tamaño-, entre mis padres, hermanos, múltiples tíos, primos y sobrinos existe una diversidad inevitable. Hay los muy religiosos, los menos y los totalmente alejados; los divertidos y los serios; los más estudiosos, los aventureros; los que emigraron y los que nos quedamos. Así, también tenemos distintas expresiones, como solteros, divorciados, viudos y, por supuesto casados. De estos últimos tenemos una gran mayoría unida por la iglesia, como sería mi caso, y otros sólo por lo civil, uniones libres; con hijos biológicos unos, con adoptados otros… y sí, matrimonios homosexuales.
¿Veo amenazado a mi núcleo familiar (mi esposa y mis hijos) por las formas de los demás? De ninguna manera. Siempre he estado a favor de la libre expresión y de la defensa de nuestros derechos. Por eso vivimos en una democracia -perfectible, pero aun así democracia-. No obstante, es penoso constatar que personas, que se hacen llamar cristianas, siguen tratando a quienes tienen condiciones distintas y no afectan a nadie, como si fueran portadores de una enfermedad contagiosa que va a acabar con el estilo de vida con el que nos sentimos identificados.
Dicen que lo hacen por “defender los derechos de las familias mexicanas”. Me gustaría saber qué derechos perdemos con la iniciativa de matrimonios igualitarios, cuando lo único que se propone es que otros obtengan lo mismo que la mayoría ya tenemos. En ningún lado de la iniciativa se ve alguna propuesta de modificar los casamientos en la iglesia católica o cualquier otra organización religiosa, quienes tienen todo su derecho de unir o no, bajo sus reglas, a quienes ellos quieran. En cambio, dicho movimiento está proponiendo modificar el artículo 4° Constitucional, imponiendo sus creencias a un Estado laico, compuesto por una sociedad mucho más diversa, haciendo todavía más evidente la exclusión de un sector de la población ya de por sí vulnerable.
Dicen “defender los derechos de los niños”. ¿De qué niños? ¿De los que viven en situación de calle, en orfanatos, en familias donde son abusados por sus padres (biológicos o no), y no tienen mayor posibilidad de escapar?
Dicen no fomentar la discriminación y el odio, pero ¿acaso se le puede llamar de otra manera, cuando, en vez de respetar otras formas, quieren interferir en las vidas de quienes no piensan como ellos?
A quienes marchan les pregunto: ¿cómo van a tratar a un familiar que tiene una condición distinta a la suya? ¿Lo van a desterrar o tratar de “curar”? ¿O lo van a arropar, querer y entender? De esto último se trata una familia.
Una parte importante de los manifestantes es gente de bien, que ha sido manipulada con medias y falsas verdades. Recomiendo leer la iniciativa en cuestión, cuya exposición de motivos es muy clara:
“El Poder Ejecutivo Federal considera como premisa fundamental para la realización del derecho a la igualdad y a la no discriminación, el entendimiento de que todos los derechos humanos se basan en el reconocimiento de la dignidad humana, aquélla que nos hace a todas las personas iguales en derechos… Para combatir los estereotipos en los que se sustenta la discriminación estructural, es fundamental considerar, entre otros, el papel relevante que desempeñan las leyes y en específico la propia Constitución, pues la percepción social que hace sobrevivir un prejuicio contra un sector discriminado se sustenta en una compleja red de leyes y normas que regulan los intercambios de las personas para promocionar el rechazo a estos colectivos, como lo ha señalado la suprema corte de Justicia de la Nación… Desde un enfoque de derechos es fundamental tener presente que la orientación sexual constituye un elemento esencial para la dignidad de toda persona que se vincula con los derechos a la identidad, a la auto-determinación, al libre desarrollo de la personalidad, a la vida privada, a la intimidad, a la integridad personal, entre otros, por lo que la orientación sexual no puede ser motivo de restricción de derechos.”
Publicado originalmente en Huffington Post México 25/09/2016